De manera recurrente algunos políticos opositores se aferran y blanden la carta interamericana desde mucho tiempo atrás tratando infructuosamente de activarla, con una ignorancia que roza y en algunos casos va más allá de lo supino, de lo necio o falta de razón que ni siquiera admite debate o discusión; con tal soberbia que los ha llevado repetidamente al fracaso político y que han defraudado con insistencia la esperanza de algunos que han creído obcecadamente que tal carta política y moral, pueda ser aplicada al pueblo venezolano.
En primer lugar, esta carta interamericana no es una fuente de obligaciones jurídicas coercitivas para los Estados, no tiene fuerza normativa para ser exigida. Al tener una naturaleza de Resolución, estas carecen de obligatoriedad. Esta carta no es un Tratado, su carácter es meramente político y moral.
En segundo lugar, si bien es cierto no existe un significado concreto de lo que encarna el vocablo democracia, esta Resolución en todo su articulado le adosa un apellido a esa democracia y dentro del texto se refieren en todo momento a la “democracia representativa”.
En tercer lugar, si ello no tuviera connotaciones de extraordinaria importancia para el constitucionalismo venezolano, pudiera pensarse que a pesar de ser un instrumento político y moral, el sustento y justificación de la referida carta de cómo el pueblo ejerce el poder de forma indirecta a través de “representantes”, de una democracia con apellido bajo la concepción liberal, no tendría mayor discusión y debate.
Pero bajo esta arcaica concepción ya superada en el Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano como la “democracia representativa” que refiere en todo su cuerpo resolutivo esta carta, choca frontalmente con el ideal ético de la nueva democracia participativa y protagónica como fórmula de mayor avance en el hemisferio occidental hasta hoy conocida y que como nuevo paradigma ordena la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como Democracia Participativa y Protagónica, transversalizando todo su articulado que la conforma.
Parece que algunos olvidan que fue precisamente el comandante presidente Hugo Chávez, quien hizo una Reserva a la Declaración de Quebec, con ocasión de la Tercera Cumbre de las Américas, del 20 al 22 de Abril de 2001 en Canadá, origen directo de la Carta Democrática Interamericana, ya que se establece en esta cumbre una cláusula democrática; en realidad fueron dos reservas a dicha declaración de extrema importancia, pero debemos referirnos a la Reserva sobre la “democracia representativa”, que nos interesa resaltar para desaprender y romper arcaicos paradigmas ya superados en el constitucionalismo del Siglo XXI.
Es allí donde comienza ha plantearse el cambio de paradigma de la “democracia representativa” versus la Democracia Participativa y Protagónica recién constitucionalizada en la República Bolivariana de Venezuela. En esa III Cumbre de las Américas celebrada en Québec en abril de 2001, el presidente Chávez firmó la
declaración final con reservas, argumentando que no se había sustituido el término de democracia representativa por el de participativa. Se abstuvo de firmar la cláusula democrática suscrita por los Estados miembros, al considerar impreciso el propósito de que cualquier alteración o ruptura institucional del orden democrático en un Estado del hemisferio constituya un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbres de las Américas.
- “…Listo, ¿cuál fue nuestra reserva? Bueno el concepto o el compromiso de fortalecer la democracia representativa, sencillamente nuestra Constitución como ustedes lo saben bien en su artículo 6 dice lo siguiente: El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandato revocable. Nuestra democracia, nuestro modelo democrático aquí contenido no es de democracia representativa y nosotros tenemos un compromiso y un juramento de cumplir y hacer cumplir esta Constitución, todo eso se lo expliqué incluso en privado a muchos presidentes del continente y lo expliqué a nombre del país y del pueblo venezolano en las plenarias que hubo y en las reuniones de presidentes…”
Ahora bien, sabemos que la democracia no es un orden fijo, es un proceso en continuo cambio que se enfrenta ahora mismo a su verdadero destino, lo que llamó Ilya Prigogine, fisicoquímico ganador del premio novel “el punto de bifurcación” en que un sistema salta a un nivel superior de organización ó se desintegra por completo.
La democracia como sistema político, no predica unas formas preestablecidas. Como sistema pluralista cabe, dentro de su estructura, una gran variedad de formas de gobierno; lo que importa al sistema democrático es garantizar la libre emisión de las ideas, el respeto a los derechos humanos, la libertad de investigación científica, el desarrollo económico, la elevación del nivel del pueblo y la dignidad del hombre, entendida ésta en su magnitud espiritual y material, en fin la Justicia social; lo que interesa a un sistema democrático es preservar esos principios, independientemente de las instituciones que se adopten.
La democracia participativa y protagónica contemporánea aparece como un sistema que propicia la creación de instituciones lo suficientemente fuertes y ágiles que permiten la participación efectiva del pueblo en las decisiones políticas y en los productos del desarrollo económico.
Además, la democracia representativa y la democracia participativa son dos realidades psicológicas diferentes. El sistema de participación cree en el ciudadano, en la igualdad, la discusión, en el dialogo, en la libertad, en el pluralismo. El sistema representativo, mantiene la hegemonía de los partidos políticos y la exclusión de otros en el proceso político, el monopolio de la representación democrática y de la participación política.
Pero, qué es la democracia representativa? La primera vez que se acuña la expresión de “democracia representativa” fue en los EEUU de Norteamérica y fue Alexander Hamilton, quien fue Secretario de Estado, Secretario del Tesoro de EEUU, creador del primer banco y el neoliberalismo, uno de los fundadores de la recién independencia de EEUU, que sabían lo que estaban haciendo; en una anécdota clásica, una señora se encuentra con John Adams y le pregunta - ¿Pero, qué es lo que ustedes están haciendo? - ¿Qué gobierno nos están dando? - Señora, - respondió Adams- una república de las leyes, hemos inventado una “democracia representativa”. Esta forma de gobierno no existía en ningún país del mundo hasta entonces. Luego de su independencia, los EEUU, no querían un gobierno monárquico, ni tampoco un régimen parlamentario como el inglés y tuvieron que inventarla, llamada por ellos democracia representativa.
Así las cosas, a diferencia del parlamentarismo propio del Reino Unido en Inglaterra, que está basado en la filosofía liberal, el liberalismo político y el liberalismo económico, una vez que los doctrinarios que siguieron luego de la Revolución Francesa, fueron quienes construyeron el
Laissez faire, laissez passer, “dejar hacer y dejar pasar”, que no haya intervención ninguna en asuntos sociales y económicos por parte del Estado, los EEUU, adoptaron el “dejar hacer y dejar pasar” dando nacimiento así a la democracia representativa, propia de los EEUU donde se inventó.
Hasta que se produjo la
“Democracia en América”, titulo de Alexis de Tocqueville hasta la constitución de EEUU y sobre todo hasta la constitución federal, no se sabía que era la democracia. Todos los filósofos, sin excepción desde John Locke, Montesquieu, Rousseau, y todos los padres de la patria norteamericana, Madison, Adams, Washington, todos creían que la democracia era algo despectivo, despreciable, era del populacho, porque no conocían más democracia que la griega o asamblearia y la democracia antigua no tenia ningún sentido para ellos.
Así tenemos que la democracia representativa viene con la revolución cultural y filosófica que realiza
Marcilio de Padua, cuando la fundamenta por influencia del derecho germánico, defiende que una persona puede ser representada por otro, porque en Grecia y en Roma, estaba prohibida la representación, y fue a través de Jonh Look cuando pasa a los EEUU y así esa representación se constitucionaliza como forma de gobierno en este país, por primera vez en la historia.
Ahora bien, cuando se habla de democracia, debemos clarificar cuándo se habla de participación y cuándo se habla de representación. Participación es cuando nos hacemos parte; podemos participar en alguna actividad pero no participamos activamente, entonces hacer parte es un elemento de participación, pero la mayoría de nosotros no estamos satisfechos sólo con la participación o hacer parte, queremos tomar parte, es decir, influir sobre procesos, ejercer el poder, intentar cambiar las cosas, lo que nos interesa más es tomar parte en los procesos políticos, en los procesos sociales, económicos, comunales, electorales, y por ello se conforman los movimientos o frentes sociales, los colectivos.
Con la ayuda de los griegos antiguos podemos reconstruir algunos datos. Cuando
Pericles hablaba a los ciudadanos de Atenas, decía que hay dos tipos de ciudadanos; los que participan activamente, los que pierden un poco de tiempo, de energías, un poco de actividades de otra naturaleza, para contribuir al gobierno de la ciudad de Atenas. Y hay los que prefieren hacer otras cosas y no participar, no votan, no están interesados en la política, es lo que ocurre dentro de la ciudad y hoy dentro del Estado. Entonces tenemos dos tipos de ciudadanos: ciudadanos con seriedad y ciudadanos de menos seriedad. Una ciudad funciona mejor cuando hay ciudadanos con seriedad, entonces es necesario participar porque si la mayoría participa hay aportes importantes para el gobierno de una ciudad.
Pero también sabemos que el pueblo puede ser involucrado en los procesos de participación de tres maneras; en los EEUU paradójicamente donde no existe la democracia participativa y protagónica, estas maneras fueron identificadas por el presidente norteamericano Lincoln, democracia – decía –
“es el gobierno del pueblo, el gobierno desde el pueblo, y el gobierno para el pueblo”. Los tres elementos son verdaderamente importantes. El gobierno del pueblo, cuando el pueblo puede tomar decisiones autónomas, independientes, significativas con consecuencias inmediatas, es decir, hacer uso de los instrumentos de participación política previstas en la norma fundamental, como en el caso venezolano previstos en la CRBV como formas de participación política. El poder desde el Pueblo, elegir los voceros, delegados de su comunidad, vecindad, ya no representantes, que potencia a los ciudadanos para tomar decisiones desde la base popular, permitiendo la contraloría de funcionarios públicos, alcanzando un grado más alto y amplio en el entorno institucional.
Pero además para que haya una democracia participativa y protagónica vigorosa, es necesaria la participación del ciudadano, como decía Pericles, el ciudadano con seriedad debe ser el primer interesado en la política, el ciudadano debe ser el más informado sobre la política, porque los ciudadanos toman decisiones políticas, deben participar para contribuir a la vida política, además de producir preferencias, intereses que pueden ser tomados en cuenta, los ciudadanos deben sentir que tienen influencia política, deben tener un sentido de eficacia política, participar y dar aportes importantes en la política, que promuevan la legitimidad, desarrollen nuevas capacidades, ser más felices al sentir que se sientes responsables del mejoramiento de su propia calidad de vida.
La solución decisiva es la democracia participativa y protagónica, vigente en Venezuela como norma constitucional, con ciudadanos con competencia política, ciudadanos que participan, ciudadanos que creen que la democracia es necesaria, que es útil, que es gratificante; solamente los ciudadanos pueden producir cambios importantes en una sociedad, pueden contribuir a mejorar la calidad de vida, el buen vivir, no sólo el bien ser y el bien tener, sino que además la habilidad necesaria en la búsqueda del bien estar, para coadyuvar a alcanzar la mayor suma de felicidad posible del pueblo en comunidad.
Como conclusión, debemos insistir en la necesidad de la promoción de una cultura constitucional que no se agota en la lectura de su articulado, para crear un entorno social favorable que propenda al pensamiento critico, al constitucionalismo critico, a la comprensión, aprehensión y difusión de los nuevos paradigmas constitucionales para su defensa consecuente, que tienen vigencia a partir de la aprobación de la Constitución Bolivariana desde su nacimiento en 1999 y como legado para las futuras generaciones impulsada y llevada a su concreción por el comandante presidente Hugo Chávez.